¡Este niño no sirve para nada!

Los adultos somos la referencia de los más jóvenes, y no somos conscientes de la responsabilidad que ello conlleva y del daño que podemos causarles con lo que decimos, hacemos e incluso omitimos.
Cuántas veces mis alumnos y alumnas han escuchado, la afirmación que sirve de título a esta reflexión, de sus padres, maestros y profesores, tantas que lo han aceptado con resignación, sin protestar ("si todos lo dicen deben tener razón..."), se produce así "la profecía cumplida", su autoestima cae en picado; como contramedida reaccionan adoptando actitudes de diversa índole (apatía, desafío, "pasotismo", agresividad, hermetismo...), obviamente ninguna de ellas favorece un adecuado desarrollo personal y los profesionales nos encontramos impotentes ante estas reacciones limitándonos como principal recurso la expulsión y la exclusión.
Este es el punto de partida común al que nos enfrentamos los maestr@s que impartimos estos Programas. Intentar motivarlos para que sus expectativas y su sistema de atribuciones varíen considerablemente hasta desembocar en mejor autoconcepto y recuperarlos para su integración en el sistema educativo reglado o en el mundo laboral y en consecuencia que consigan formar parte de una sociedad democrática.